sábado, 18 de abril de 2015

EN CUBA LA SITUACIÓN ES COMO SI EN MEDIO DEL MAR, CADA FAMILIA ESTUVIERA EN SU BALSA

Cuando uno leyó a los 14 años 21 años con los papúes, del misionero André Dupeyrat y vivio la experiencia de ese libro y el canibalismo, no podía imaginar que las bases de la pobreza espiritual que se presenta en las relaciones interpersonales tuvieran vigencia y se volcaran sobre nosotros. 

Hay que ofrecer una alerta sobre los intercambios y matices de las cosas que pasan. La referencia que he encontrado es en LA PIEL  de Curzio Malaparte donde se indica que no es la misma ética cuando se lucha y se muere por vencer al invasor, que cuando se lucha por no perder la vida en la miseria.

Correa en su discurso 

en la VII Cumbre de las Américas, Panamá 2015

indico que Obama es una persona “honesta”, pero que acercarse a Cuba “no es un favor, es justicia histórica”

ATENCIÓN SOBRE LA SALVACIÓN DEL ALMA.

DECIA CURZIO MALAPARTE:
 Los pueblos de Europa, antes de la liberación sufrían con maravillosa dignidad. Luchaban con la frente alta. Luchaban para no morir. Y los hombres, cuando luchan para no morir, se agarran con la fuerza de la desesperación a todo aquello que constituye la parte viva, eterna, de la vida humana, la esencia, el elemento más noble y más puro de la vida: la dignidad, el orgullo, la libertad de la propia conciencia. Luchan para salvar su alma. Pero después de la liberación los hombres habían tenido que luchar para vivir. Es una cosa humillante, horrible, es una necesidad vergonzosa, luchar para vivir. Sólo para vivir. Sólo para salvar el pellejo. No es ya la lucha contra la esclavitud, la lucha contra el hombre. Es la lucha por un mendrugo de pan, por un poco de fuego, por un harapo con el cual cubrir a sus hijos, por un poco de paja sobre la que tenderse. Cuando los hombres luchan para vivir, todo, un tarro vacío, una colilla, una mondadura de naranja, una corteza de pan duro recogida en la inmundicia, un hueso descarnado, tiene un valor inmenso, decisivo. Los hombres son capaces de cualquier villanía, de todas las infamias, de todos los delitos, para vivir. Por un mendrugo de pan cualquiera de nosotros está dispuesto a vender la propia mujer, la propia hija, a mancillar a su propia madre, a vender a los hermanos y a los amigos, a prostituirse a otro hombre. Y dispuesto a arrodillarse, a doblar la espalda bajo la fusta, a secarse sonriendo la mejilla sucia de un salivazo; y tiene una sonrisa humilde, dulce, una mirada llena de una esperanza famélica, bestial, una esperanza maravillosa. Yo prefería la guerra a la peste. 


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